Internacional

Dos nombres, un luto compartido: América Yamilet Sánchez y Adal Jair Marcos, las vidas segadas en el velero “Cuauhtémoc”

El rugido metálico se escuchó poco antes del amanecer neoyorquino. El Buque Escuela “Cuauhtémoc”, orgullo de la Armada mexicana, golpeó la estructura del Puente de Brooklyn durante su maniobra de zarpe el 17 de mayo. Veintidós personas resultaron heridas: once graves, nueve estables y dos sin retorno.

Hoy esas ausencias tienen rostro. América Yamilet Sánchez, cadete xalapeña de 21 años, compartió horas antes una foto del velero iluminado, escribiendo que “navegar en Nueva York es un sueño cumplido”. Ese sueño se quebró al impactar la jarcia contra el acero del puente. Sus compañeros guardaron silencio, sólo se escuchó el mar.

El otro nombre grabado en bitácoras es Adal Jair Marcos, orgulloso hijo de San Mateo del Mar, Oaxaca. Desde la secundaria en Salina Cruz anhelaba surcar océanos. La disciplina y el temple lo llevaron al “Cuauhtémoc”; su pasión lo sostuvo en cubierta cuando el mástil crujió. El destino, sin embargo, soltó amarras.

Testigos recuerdan a ambos aferrados a la maniobra, buscando equilibrio mientras la proa se estremecía. Fragmentos de madera y ecos en español volaron sobre la cubierta. “¡Resistan!”, gritó un oficial; América y Adal respondieron con la mirada. Minutos después, el puente de Brooklyn fue testigo mudo de dos finales prematuros.

La Secretaría de Marina confirmó que la travesía formaba parte del programa “Bicentenario de la Consolidación de la Independencia en la Mar”: 254 días, 22 puertos, 15 países. Nueva York era apenas la tercera escala. El cronómetro del viaje quedó detenido; ahora el gobierno gestiona el regreso de los cuerpos a suelo mexicano.

Familiares exigen respuestas: ¿fallo humano, error mecánico, ráfaga inesperada de corriente? Peritos estadounidenses y mexicanos inspeccionan la jarcia colapsada y revisan bitácoras. Mientras tanto, la tripulación herida recibe atención en hospitales de Manhattan. “Volveremos al mar”, jura un cadete, con voz temblorosa y la gorra manchada de sal.

En Veracruz y Oaxaca ya se preparan honores póstumos. Compañeros describen a América como “brújula luminosa” y a Adal como “ancla de amistades”. Sus nombres flotarán cada vez que la vela mayor del “Cuauhtémoc” se infle de viento. Entre mástiles reparados, la memoria de ambos marcará rumbos de valentía.

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