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Jorge lucha por su vida tras descarga eléctrica; cementera se deslinda y familia clama justicia

El martes que debía ser uno más en la jornada de trabajo de Jorge Adán Hernández, de 46 años, terminó en tragedia. Hoy, él permanece en terapia intensiva, con graves quemaduras, aferrándose a la vida en el Hospital Amparo Pape, mientras su familia libra otra batalla: conseguir que la empresa responsable asuma las consecuencias del accidente que lo tiene entre la vida y la muerte.

Todo ocurrió en una obra ubicada en la calle Francisco Alfaro, esquina con Héctor Guerrero, donde personal de la cementera CPM Concreto con Resistencia al Acero realizaba maniobras para vaciar concreto. Una mala operación con la revolvedora bastó para que golpearan cables de alta tensión. La descarga fue brutal: 13,800 voltios atravesaron el cuerpo de Jorge, saliendo por su pie, donde ahora la quemadura amenaza con cobrarle más que la movilidad.

Beatriz Rodríguez, su hermana, no oculta el dolor ni la impotencia. “No es justo. Mi hermano estaba trabajando, no haciendo nada indebido. Y ahora lo tienen ahí, quemado, sedado, y nadie quiere hacerse responsable”, dijo entre lágrimas. Con indignación, relató que acudieron a las oficinas de la cementera ubicadas en el libramiento Carlos Salinas de Gortari, en la colonia San Juan Bautista, pero se encontraron con una muralla de evasivas. “Nos dieron una tarjeta con un nombre, y nos dijeron que el seguro no cubre eso. Que no pueden ayudarnos”.

A Jorge no sólo lo castiga la descarga eléctrica: también es diabético, lo que complica su recuperación. Cada hora que pasa sin los medicamentos y tratamientos adecuados pone en riesgo su vida y su integridad física. Por eso, su esposa ha movido cielo, mar y tierra para afiliarlo de emergencia al Seguro Social, con la esperanza de que pueda ser trasladado a la Clínica 25 del IMSS en Monterrey. Allí, tal vez, encuentre una atención especializada que aquí se le niega.

Pero mientras la familia intenta salvar a Jorge, también ha iniciado un proceso legal. Ya interpusieron una denuncia formal ante la Fiscalía General del Estado por la negligencia de la empresa. “No fue culpa de él. Fue una maniobra mal hecha por el operador. Jorge sólo estaba cumpliendo con su trabajo”, insistió Beatriz, quien teme que, como ha ocurrido con otros casos, la historia quede en el olvido.

Por ahora, Jorge Adán Hernández está inconsciente, su cuerpo marcado por las quemaduras, su familia desgastada por el dolor y la burocracia, y una empresa que, hasta ahora, ha optado por el silencio y la indiferencia. La vida de un hombre pende de un hilo, mientras la responsabilidad sigue en disputa.

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