Tres Años de Dolor: El Pinabete, la Herida Abierta de Sabinas
Este 3 de agosto se conmemoran tres años del derrumbe en la mina El Pinabete, donde diez mineros quedaron atrapados. La tragedia evidenció la precariedad del trabajo en la región carbonífera y la indiferencia institucional ante la vida de los trabajadores.
Este 3 de agosto se cumplen tres años del colapso en la mina El Pinabete, ubicada en Sabinas, Coahuila, donde diez mineros quedaron atrapados sin posibilidad de escape. La tierra, el agua y la oscuridad sellaron sus destinos en cuestión de minutos, dejando a sus familias con el corazón fracturado y la esperanza suspendida.
Durante días y semanas, las labores de rescate se enfrentaron a condiciones adversas: pozos inundados, estructuras colapsadas y falta de información clara. Los trabajadores de rescate hicieron lo posible, pero el tiempo fue implacable. Pasaron meses, luego años, y solo con paciencia se lograron recuperar los cuerpos uno a uno.



Las investigaciones revelaron que la mina operaba sin permisos adecuados, sin medidas básicas de seguridad y sin registros ante el Seguro Social. Era una bomba de tiempo. La tragedia fue más que un accidente: fue el resultado de negligencia, impunidad y una cadena de omisiones que nadie quiso detener a tiempo.
Cinco trabajadores sobrevivieron al derrumbe, pero no a sus secuelas. Hoy viven con heridas físicas y emocionales, mientras sus compañeros yacen bajo cruces improvisadas. Las indemnizaciones llegaron tarde, y las promesas de apoyo permanente se diluyeron entre trámites burocráticos y discursos oficiales sin seguimiento.
Tras más de 900 días, los restos del décimo minero fueron encontrados, cerrando un ciclo de búsqueda y dolor. Sin embargo, para las familias, el verdadero cierre llegará solo con justicia: cuando los responsables enfrenten consecuencias y se garantice que ninguna mina vuelva a operar al margen de la vida.
La historia de El Pinabete no puede repetirse. La región carbonífera exige un futuro distinto, donde trabajar no sea sinónimo de morir, y donde la dignidad del obrero valga más que el carbón que extrae. Porque cada 3 de agosto, la herida vuelve a sangrar, y la memoria no olvida.