Monseñor Néstor Martínez llama a vencer la avaricia y vivir con generosidad
Durante la homilía dominical, el obispo de Monclova recordó que Jesús no vino a prepararnos para acumular bienes, sino para heredar la vida eterna; exhortó a los fieles a compartir y confiar en la prosperidad que brota de un corazón generoso.
Durante la misa dominical, el padre Néstor Martínez exhortó a los fieles a reflexionar sobre la avaricia y la generosidad. Dijo que el propósito de Jesús no es prepararnos para acumular en esta vida, sino guiarnos hacia la vida eterna. Nuestra meta no es lo material, sino la salvación del alma.
El sacerdote explicó que la avaricia es un deseo desordenado de poseer más, un impulso que está presente desde la niñez, cuando los niños se resisten a compartir. Esa inclinación humana debe ser combatida con la enseñanza de Jesús: compartir, abrir el corazón y desapegarse de los bienes temporales.
Recordó la parábola del hombre que acumuló una gran cosecha y murió esa misma noche sin llevarse nada. “Al final no se nos preguntará cuánto juntamos, sino cuánto compartimos”, expresó monseñor. Agregó que Jesús nos invita a ser generosos, pues la generosidad transforma la vida y abre la puerta al cielo.
La homilía también resaltó la visión judía sobre la administración del dinero. “Ellos destinan porcentajes claros: una parte para vivir, otra para invertir, una más para ayudar, y otra para Dios”, dijo. Esa estructura, señaló, ha contribuido al desarrollo y prosperidad de comunidades judías en todo el mundo.
Dios es el mayor ejemplo de generosidad, afirmó el religioso. “Nos dio a su único hijo sin medida, sin egoísmo, para salvarnos”. Invitó a todos los católicos a imitar esa entrega total. “La generosidad no es pérdida, es confianza en Dios. Él siempre devuelve multiplicado lo que se ofrece con amor”.


Monseñor compartió el testimonio de un católico que emigró a Estados Unidos. Al principio se molestó al recibir sobres numerados para entregar su ofrenda semanal, pero cambió su visión. Reflexionó que el gobierno le quita impuestos sin pedir permiso, y a Dios se le reclamaba por pedir una ofrenda.
Ese hombre empezó a preparar cada sobre con gratitud y amor. “Lo hacía como algo sagrado, reconociendo que todo venía de Dios”. Con el tiempo, recibió bendiciones inesperadas: más ingresos, negocios que prosperaban y mejor administración personal. Descubrió que dar con alegría no empobrece, sino que abre las puertas del cielo.
Finalmente, el obispo invitó a todos a “hacer la prueba” de la generosidad. A confiar en que, al dar, también se recibe. “La generosidad es una siembra espiritual que da fruto en esta vida y en la eternidad”, concluyó. “No tengamos miedo de compartir. El que da con fe, jamás queda solo”.