Y justo en día de muertos
¡Qué semana la nuestra! Una donde la muerte, como la inflación, ya es un asunto cotidiano, predecible y, lo más alarmante, impune. Si en Michoacán el pueblo pide a gritos la renuncia del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, al que acusan de gobernar entre el silencio y las excusas, es porque la masacre de alcaldes y ciudadanos ya rebasó el límite de lo tolerable y se instaló en el terreno del patético espectáculo.
Morelia, la “ciudad de la cantera rosa”, se vistió de furia. Cientos de ciudadanos, hartos hasta el tuétano por el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, no se conformaron con la “marcha por la paz” y decidieron que la paz, en este país, se exige a patadas. El Palacio de Gobierno, ese símbolo hueco del poder, fue asaltado. No buscaban un diálogo; buscaban una dimisión.
Y claro, ¿qué hizo el aparato de seguridad? Responder a la ira legítima con la vieja confiable: gas lacrimógeno. Es más fácil reprimir la protesta que contener al crimen organizado, ¿no es así, señor Bedolla? La multitud, sin embargo, no retrocedió. La frase resonó como un trueno: “No tenemos miedo, ya nos matan a todos”. Es la máxima expresión del cinismo oficial: han logrado que el miedo a la muerte sea menor que el miedo a la inacción de sus autoridades.
La Carpeta Mágica y el Olvido Federal
Y cuando el río de sangre ya es un tsunami, ¿qué dicen nuestras ilustres figuras federales? La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, saca del cajón la declaración oficial: “ya se abrió la carpeta de investigación, no habrá impunidad”. ¡Qué alivio! Una carpeta. Con eso se debe sentir más seguro el próximo edil en la mira.
Por su parte, el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, se lució con su declaración de circo: el alcalde Manzo, dijo, era cuidado por gente “de su confianza”. Magnífica precisión. Es decir, si el alcalde muere, la culpa es de su equipo de seguridad, no de las reiteradas peticiones de apoyo federal que fueron olímpicamente ignoradas. Es la política de avestruz llevada al extremo: si no mando el apoyo, no soy responsable de la tragedia. Michoacán no solo está de luto, está siendo sodomizado por la indiferencia burocrática.
Muros de Deuda y Muros de Honor
Pero si de muertos hablamos, el mapa de la tragedia nacional nos aterriza aquí en Monclova. Ahí, en la barda de la colapsada AHMSA, el silencio es aún más ensordecedor que los gritos en Morelia. Más de 30 cruces blancas, clavadas como dagas, claman por los obreros que murieron esperando su finiquito.
Es el “muro de la deuda”, un memorial a la crueldad económica. Dedicaste tu vida, tus pulmones y tus mañanas a la empresa, y ella te paga con la tumba y una promesa rota. ¿Hay algo más miserablemente capitalista que morir de angustia esperando lo que ganaste por ley? Los extrabajadores no solo pelean por dinero, pelean para que el olvido no sea el epitafio de sus compañeros.
La lucha obrera, sin embargo, nos da una pequeña dosis de dignidad. En medio de tanto cinismo oficial y empresarial, ayer se registró un luto sincero en la Sección 147 por el fallecimiento de Francis de los Santos, secretaria por más de 40 años. Francis, que incluso lidiando con el cáncer, mantuvo su compromiso y calidez humana. Su legado es un recordatorio de que en el corazón de la debacle, la lealtad y el profesionalismo todavía tienen un lugar.
Francis es un ejemplo: mientras unos mueren por la bala que el Estado no pudo parar o por la deuda que la empresa no quiso pagar, hay otros que mueren con la certeza del deber cumplido. Es la gran diferencia entre morir en el olvido y ser recordado con honra.
El País de las Excusas sigue girando. En Michoacán se grita “¡Fuera Bedolla!” y en Coahuila se llora a los muertos por la deuda. ¿La única constante? La certeza de que el ciudadano siempre está solo.

