AHMSA: La Venta Sigue, la Bomba Social a punto de Estallar
Mientras que la jueza autoriza la venta de maquinaria olvidada en Indiana por $5 millones de dólares, en Monclova la realidad se escribe con hartazgo, desesperación y traición. Yo lo veo así: el proceso de venta de activos de Altos Hornos de México (AHMSA) no es la solución a una quiebra, es la crónica de un abandono, y el eco de cada martillazo judicial resuena en el estómago vacío de miles de familias.
La jueza Ruth Haggi Huerta García dice que la venta a MagIron LLC cumple con la Ley de Concursos Mercantiles. El síndico, Víctor Manuel Aguilera Gómez, justifica la enajenación de chatarra—con perdón—porque está deteriorada y no se puede trasladar. Y claro, la oferta de MagIron es jugosa. Pero, ¿a quién le importa la ley y los $5 millones, cuando esa legalidad ignora la realidad humana de casi tres años de salarios, liquidaciones y prestaciones pendientes?
La ley de concursos es ciega, pero el hambre y la deuda no. Es imposible hablar de un proceso “exitoso” o “legal” cuando la consecuencia directa es una bomba de tiempo social a punto de explotar en las calles de Monclova.
La Herida Abierta de la Justicia Selectiva
La noticia de la venta cayó como gasolina al fuego. Mientras el síndico administra la quiebra y dispersa —según denuncian los exobreros— “nóminas privilegiadas”, quienes levantaron a la gigante siderúrgica sobreviven con deudas y la vergüenza de la desesperanza.
El cinismo de la situación es palpable. Llevan años viendo cómo se desarma la empresa pedazo a pedazo: vendiendo un lote de maquinaria aquí, una propiedad allá, para “cumplir con los acreedores” o sostener los costos del proceso. La frase que se escucha en las calles lo dice todo: “Llevamos años viendo cómo venden todo, menos la idea de pagarnos”.
El proceso judicial avanza en una burbuja de legalismos y avalúos, ajena al drama que se vive a unos cuantos kilómetros. Cada oficio judicial, cada cifra de venta, es un recordatorio de que en esta quiebra la prioridad siempre han sido los bienes y los acreedores, y no el capital humano que fue la verdadera fuerza de AHMSA.
La Marcha de la Dignidad
El hartazgo se ha transformado en acción. El Grupo de Defensa Laboral ha dicho “¡Basta!” y ha puesto en marcha la logística para una valiente marcha a Saltillo el próximo lunes. Su objetivo no es menor: presionar al Gobierno Federal para que intervenga de manera contundente.
Me parece un acto de enorme dignidad. Con un centro de acopio improvisado, recolectando víveres y apoyo económico, estos extrabajadores no están pidiendo limosna, están exigiendo justicia y un asiento en la mesa de diálogo. La esperanza se desvaneció con la cancelación de una posible visita presidencial a la Región Carbonífera, pero la meta de llegar a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) sigue firme.
Que el Gobierno Federal confirme la veracidad de la marcha mientras el Gobierno Estatal guarda un silencio ensordecedor, es otra capa de abandono. Monclova es un polvorín y la caminata a Saltillo es el último recurso de quienes ya no tienen nada que perder. La protesta será pacífica, me dicen, respetando al automovilista, pero su mensaje es atronador: su paciencia se agotó.
SIMAS: El Contraste de las Finanzas
Y mientras AHMSA se desangra y vende su alma en partes, la otra cara de la moneda la pone SIMAS Monclova-Frontera. Con finanzas sólidas, sin deudas y reportando ahorros, el organismo planea solicitar un crédito de $200 a $300 millones de pesos para modernizar su infraestructura.
El contraste es brutal. SIMAS se endeuda para invertir y modernizar, buscando comprimir a pocos años lo que, a paso normal, tardaría una década. Sus números le permiten negociar buenas tasas y asegurar que el dinero se irá directamente a la obra hidráulica, sin pasivos que cubrir.
Esto demuestra que cuando hay voluntad, orden y transparencia, las instituciones pueden ser sólidas y mirar hacia el futuro. Ojalá el mismo rigor financiero, la misma urgencia de resolver un rezago de décadas, se aplicara al rezago social que la quiebra de AHMSA ha dejado en esta región.
La venta de activos de AHMSA avanza a paso firme en los tribunales, pero el rostro de la quiebra no es el avalúo de una máquina: es el rostro enojado y desesperado de un obrero que marcha a Saltillo. La herida social está abierta y no sanará con cinco millones de dólares. El Gobierno Federal debe dejar de lado el silencio y la inacción y sentarse a dialogar. Es hora de pagar la deuda, la económica y la moral, con quienes hicieron de AHMSA lo que un día fue.

