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Con profundo dolor y tristeza despiden a comerciantes fallecidos en accidente de autobús

El pasado lunes, un trágico accidente en el tramo de Los Chorros, en la carretera 57, cobró la vida de tres personas originarias de Monclova: Martina, Claudio y María de Jesús. Viajaban en un autobús junto a otros comerciantes rumbo al Estado de México cuando el vehículo volcó en una curva peligrosa.

El camión, que transportaba ambulantes y vendedores de fayuca, tenía como destino Chiconcuac, donde los pasajeros acostumbraban surtirse de mercancía. Era un viaje habitual. Entre los fallecidos se encontraba Martina, una mujer muy conocida en el sector informal de Monclova, que durante años trabajó sin descanso para sacar adelante a sus hijos.

Jonhy, uno de sus cinco hijos, expresó su impotencia y tristeza por la pérdida de su madre y también por la de don Claudio, pareja de Martina. Asegura que la tragedia pudo haberse evitado y que siente en el corazón una herida imposible de sanar. “Mi madre no merecía morir así”, dijo.

Contó que la última vez que la vio fue el domingo, como cada semana cuando pasaba a visitarla para platicar y tomar café. Ese día, Martina le dijo que viajaría con Claudio. Horas más tarde, su vida cambió para siempre. Su hermana fue quien le avisó del accidente y luego llegó la confirmación.

Camino al lugar del siniestro, comenzaron a recibir llamadas que les adelantaban la terrible noticia. Más tarde, les notificaron oficialmente que Martina había fallecido en el lugar. Hoy, Jonhy aún no puede creerlo. Dice que le aterra llegar a casa y no verla, pasar por la fayuca y no encontrarla.

Martina tenía 62 años y más de tres décadas vendiendo en la Zona Centro. Era incansable, querida, respetada. Jonhy recordó que nunca bajó la guardia y que incluso en la adultez de sus hijos, ella seguía siendo su pilar. “Quisiera ser la mitad de lo que ella fue”, confiesa.

También recordó con cariño a don Claudio, quien aunque no era su padre biológico, fue siempre una figura paterna. Lo describe como un hombre noble, trabajador, que apoyó a la familia en todo momento. Su muerte también representa una pérdida profunda para quienes lo conocieron y lo querían.

Sobre las causas del accidente, Jonhy mencionó que la curva es conocida por su peligrosidad y que posiblemente llovía. Sin embargo, insistió en que transportar personas implica una gran responsabilidad. Cuestiona si el camión fue revisado correctamente y si se manejaba a una velocidad segura para ese trayecto.

La empresa de transporte ya se comunicó con la familia y se comprometió a cubrir los gastos funerarios, aunque por ahora, todos están enfocados en darle descanso a sus seres queridos. Más adelante, la familia decidirá si procederá legalmente ante lo ocurrido.

El martes, Monclova se vistió de luto. Martina y Chuya fueron veladas en la capilla San Gabriel, separadas solo por una pared, unidas por el mismo silencio y el mismo dolor. A las 12:30, el féretro de Martina fue llevado a misa, mientras don Claudio partía rumbo al Panteón Dolores.

María de Jesús, conocida como “Chuya”, tenía 59 años y vendía ropa en “Las Pulgas”. Era alegre, tenaz, cercana a sus clientes. Martina ofrecía productos varios en el centro. Ambas fueron pilares del comercio popular, rostros familiares en un entorno donde el trabajo diario define la dignidad de las personas.

Don Claudio fue velado en Frontera, en una funeraria del Centro. Tenía 75 años y aún trabajaba. Su muerte fue un golpe duro para los comerciantes que lo veían como un ejemplo de perseverancia. Gente de todas las edades acudió a despedirse con abrazos y lágrimas en los ojos.

Los funerales se llenaron de comerciantes, amigos y familiares. Muchos suspendieron sus ventas para acompañar en el duelo. Hubo palabras entrecortadas, abrazos largos y un dolor compartido. El adiós no fue solo de sangre, sino de comunidad: eran parte esencial de la vida económica y social de Monclova.

El accidente no solo dejó una herida en la familia de Martina, sino en toda la comunidad. Tres comerciantes que se fueron sin aviso, que salieron a buscar sustento y no regresaron. Hoy, Monclova los despide con el corazón roto, pero con la certeza de que su memoria vivirá para siempre.

“Mi madre fue una mujer incansable, respetada por vecinos, comerciantes y compañeros. Ella y don Claudio fueron pioneros en la fayuca de Monclova. Siempre estuvieron ahí, ayudando a todos. Su legado seguirá vivo en quienes los conocimos y los quisimos”, concluyó Jonhy, entre lágrimas.

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