El fuego que transforma la vida
Padre Néstor Martínez invita a dejarse encender por el amor de Dios
En la misa dominical de la parroquia Santiago Apóstol, el padre Néstor Martínez sorprendió a los fieles al recordar una frase de Jesús que parece contradictoria: “He venido a traer fuego a la tierra, y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo”. Un mensaje profundo resonó en el templo.
El sacerdote explicó que, en tiempos antiguos, el fuego simbolizaba juicio y momentos decisivos. Pero Jesús lo resignificó como fuerza de amor transformador. No es un fuego que destruye, sino que purifica y renueva. “Es llama que consume egoísmo y pecado, pero al mismo tiempo da esperanza y vida”, dijo.
Para ilustrar la enseñanza, el padre Néstor trajo a la memoria la historia de Monclova y sus hornos de Altos Hornos de México. “Así como el fuego convirtió el metal en acero, nuestras vidas necesitan ser forjadas en el amor de Dios”, expresó, provocando gestos de reflexión entre los asistentes.



Ese fuego, insistió, transforma debilidades en fortaleza. Como en la industria, cuando los hornos se apagaban llegaban tiempos de dificultad; de igual forma, cuando el amor de Dios se apaga en el corazón, aparecen tristeza y vacío. “Sólo su fuego mantiene viva la esperanza”, afirmó con convicción el sacerdote.
El padre compartió que quienes se dejan encender por esta llama a menudo parecen incomprendidos. Despertar temprano para asistir a misa, servir en la iglesia o vivir con fe, puede sonar extraño para otros. Sin embargo, quien arde en ese fuego sabe que allí descubre la verdadera plenitud de su vida.
Reconoció también que esta llama divide, como advirtió Jesús, porque no todos están dispuestos a recibirla. Pero quienes se abren al fuego de Dios encuentran una intimidad que cambia todo. “Allí comienzan a suceder cosas buenas, porque el amor de Dios transforma desde lo profundo”, aseguró el sacerdote.
Al concluir, el padre Néstor invitó a la comunidad a pedirle al Señor ese fuego transformador. “Que arda en nosotros como ardieron los hornos de nuestra ciudad, pero no para producir acero, sino amor, esperanza y un futuro de vida plena”, finalizó, despertando un largo aplauso en la parroquia.