El “no me cae el veinte” de AHMSA
Parece que, en Monclova, la realidad es una sugerencia, no una obligación. A pesar de que Altos Hornos de México (AHMSA) es ahora una fantasma industrial, un cascarón vacío de lo que alguna vez fue, hay quienes se aferran con una fe ciega a la inexistencia de un contrato colectivo. Es un acto de idealismo (o de negación) sin precedentes. Aparentemente, la lógica económica de “sin empresa no hay trabajadores, y sin trabajadores no hay contrato” es un concepto demasiado avanzado para algunos.
La situación se convierte en una traginovela con el duelo de narrativas. Por un lado, está Julián Torres, exobrero que, con una lucidez inusual en este circo (por lo menos ayer) , afirma con total claridad que no existe tal sindicato y, por ende, no puede haber un contrato colectivo. Es el portavoz de la cruda realidad. Por otro lado, tenemos a Ismael Leija, el aun llamado líder del “sindicato democrático”, que insiste en ser el titular de un contrato que, en la práctica, es tan real como un billete de 3 pesos. Mientras ellos se enfrascan en esta batalla filosófica sobre un documento sin validez, el verdadero ganador es el tiempo, que sigue avanzando implacable, observando cómo la quiebra de la empresa se convierte en una disputa existencial.
Mientras tanto, el proceso legal avanza a paso de tortuga. ¿Para qué la prisa? La jueza sigue sin dar el “tan, tan” final, y el síndico, el señor Víctor Manuel Aguilar, se reúne con Leija para discutir lo que sea que se pueda discutir cuando la nave ya se hundió. Queda muy en claro: el proceso ni se acelera ni se detiene; sigue su curso y su ritmo, sin importar las fantasías de los involucrados.
Adán Augusto: la arrogancia como deporte extremo
Si hay algo más alto que el ego de Adán Augusto López, es su descaro. Ahora, con la extradición de Hernán Bermúdez, el exsecretario de seguridad de Tabasco (y presunto líder de una organización criminal), Adán Augusto se infla el pecho y reta públicamente a que el detenido “cante” todo lo que sabe. Su confianza no es casualidad. Sabe que con el poder judicial en funciones y alineado con el gobierno, puede estar tranquilo. Es un espectáculo de arrogancia que raya en la provocación. El hecho de que Bermúdez fuera su subalterno en Tabasco no parece inmutarlo, y su descaro nos hace cuestionarnos si su relación era de jefe-subordinado o de socios en el crimen. Su cinismo es tan evidente que casi se puede oler a través del texto, sugiriendo una complicidad que no se molesta en ocultar.
El hijo del expresidente
Y justo cuando pensábamos que el espectáculo no podía ser más ridículo, entra en escena “Andy”, el hijo del expresidente. Se filtró la noticia de que él y su hermano habrían solicitado un amparo por una investigación de huachicol fiscal. Pero, en una movida tan predecible como el amanecer, el propio Andy salió a desmentir la información. Con un tono de indignación digno de una telenovela, aseguró que no había solicitado amparo alguno y que todo era parte de una campaña de sus “adversarios políticos”. Es la misma vieja historia, el libreto de siempre. Si la verdad los acorrala, la respuesta es simple: culpar a la oposición.
En el fondo, la madeja se les está enredando de manera espectacular. Los escándalos y los resbalones son cada vez más frecuentes. La costumbre de culpar a los gobiernos de Peña Nieto y Calderón por todo lo que sale mal se ha convertido en una tradición de más de siete años. Y aqui preguntamos, con un dejo de ironía, qué harían los políticos actuales si esos dos expresidentes no hubieran existido. Su capacidad para evadir la responsabilidad es tan grande que parecen necesitar un chivo expiatorio de por vida para justificar cada error.