Familiares, amigos y compañeros despiden a Raffaele Bonetti
En misa de cenizas, cientos de personas se congregaron en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe para brindar solidaridad con su familia
Por: Roberto Ortiz
La noticia cayó como un golpe seco al corazón de una comunidad que lo admiraba: Raffaele Bonetti Epifanía, un hombre cuya vocación de servicio tocó incontables vidas, perdió la vida en un accidente automovilístico. Tenía solo 42 años, pero ya había dejado una marca profunda en Monclova.
Con una vida dedicada al bienestar de los demás y una carrera construida desde el esfuerzo y la empatía, Raffaele fue mucho más que un director hospitalario. En el Hospital Torre Médica San José, su liderazgo trajo consigo mejoras significativas, pero también humanidad en cada rincón del edificio que ayudó a transformar.
Era un hombre cercano, generoso y siempre dispuesto a escuchar. Su presencia en el hospital era constante y genuina. Saludaba a pacientes, preguntaba por su estado, y se aseguraba de que nadie se sintiera solo. Su trato cálido lo convirtió en un referente, no solo médico, sino humano.
El destino, cruel e inesperado, interrumpió su camino la tarde del sábado. Un accidente automovilístico acabó con su vida, dejando a su familia, amigos y colegas con un vacío imposible de llenar. Raffaele fue una promesa de esperanza y un ejemplo de bondad que hoy se convierte en memoria viva.
Quienes lo conocieron hablan de él con el respeto que se le tiene a alguien que jamás se detuvo ante una necesidad ajena. Su legado no está solo en lo administrativo o profesional, sino en cada persona que sintió su atención, su cuidado, y el compromiso con el que trabajaba día con día.
El domingo, Monclova se volcó en una emotiva despedida en la Iglesia Santuario de Guadalupe. Entre lágrimas, oraciones y abrazos, familiares, amigos y compañeros lo acompañaron en su último adiós. Al terminar la misa, soltaron globos blancos al cielo, como símbolo de una alma que ya trasciende.
“La muerte es una entrada a la vida eterna”, dijo el párroco durante la homilía. Palabras que buscaron consuelo ante una pérdida que duele en el alma. Porque Raffaele no solo partió, dejó un legado tejido con amor, empatía y la voluntad de servir, incluso en los días más difíciles.
El hospital no será el mismo sin su mirada atenta ni sus palabras cálidas. Pero su espíritu queda en cada mejora que impulsó, en cada sonrisa que provocó, en cada vida que tocó. Raffaele Bonetti fue una luz, y aunque se ha ido, su resplandor sigue encendido en Monclova.
La ciudad lo despide, pero no lo olvida. Su historia no termina con su partida; continúa en quienes aprendieron de él, en quienes fueron sanados por su trabajo, y en los que hoy toman su ejemplo como guía. Porque hay hombres cuya huella es tan fuerte que nunca desaparece.