Opinión

Imperdonable la violencia deportiva

Vaya, qué espectáculo. Lo que pintaba para ser una tarde de júbilo en la final de segunda fuerza de la liga de fútbol, se transformó en un circo romano. En lugar de aplausos para el equipo ganador, hubo puñetazos y patadas. La cancha de la colonia Azteca se convirtió en un cuadrilátero, con la violencia como protagonista indiscutible.

El detonante, me dicen, fue la osadía del árbitro, David García. El hombre cometió el terrible error de hacer su trabajo, expulsando a un jugador. ¿Su recompensa? Un linchamiento. La turba se le echó encima a golpes. Y, claro, la cosa se puso peor cuando todos se unieron a la gresca, sin importarles que hubieran familias y niños presenciando la escena.

Lo más lamentable, es que los “aficionados” que armaron la bronca estaban bebiendo alcohol en el campo, como si fuera un bar. ¿La moralidad? ¿El civismo? Bien, gracias.

Por ahora, los equipos Atlético Otilio y Atlético Miravalle están fuera de la liga, un castigo que suena a simple anécdota. Se necesita un castigo real, que sirva como ejemplo para todos aquellos que confunden la pasión por el deporte con el vandalismo.


La Barredora: Una telenovela de la justicia

En el mundo de la justicia, se espera con gran expectación la vinculación a proceso de Hernán Bermúdez, presunto líder del grupo criminal La Barredora. ¿El final? No lo sabremos hasta mañana, pero hay serias dudas sobre qué crímenes se le imputarán.

Hemos visto cómo las autoridades federales han convertido este caso en un circo. ¿Será que saldrán con su “batea de babas” y lo vincularán por delitos menores? No es una locura pensarlo, si consideramos la tranquilidad de Adán Augusto, exjefe de Bermúdez en Tabasco. El cinismo es un arte, y algunos lo dominan a la perfección.

No es de extrañar que la gente desconfíe de la justicia. Después de todo, la mayoría de los jueces ahora son “amigos” o recomendados de quienes están en el poder. De ahí, saque usted sus propias conclusiones.


CFE: No hay dios que los salve

Y para cerrar con broche de oro, la CFE nos demostró que no discrimina. Ni siquiera la casa de Dios se salva de la dura realidad de los pagos. Si usted creía que la fe era suficiente para evitar la factura de la luz, déjeme decirle que está muy equivocado.

En la iglesia de Santiago Apóstol, se quedaron de a seis cuando les llegó el recibo por 35 mil pesos. El milagro no ocurrió. Como bien reza el dicho: “a la CFE o le pagas o le pagas”. Porque si no, la fe se convierte en oscuridad, y en silencio.

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