Pimentel, el rector malabarista
Permítanme cerrar esta semana aplaudiendo el ingenio inagotable de nuestras instituciones públicas. En Coahuila, hemos alcanzado ese sublime punto de la administración pública donde la austeridad no es una política, sino un deporte extremo. Si usted pensaba que pagar impuestos era suficiente, ¡qué equivocado estaba! Ahora, le toca al trabajador subsidiar al Estado y al rector hacer malabares circenses solo para que la luz siga encendida.
Tomen el caso de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC). Nuestro rector, Octavio Pimentel, ha tenido que salir a Monclova a confesar la tragedia financiera que azota a la casa de estudios. No hablamos de un bachecito, sino de un déficit en pensiones que asciende a 650 millones de pesos. Sí, 650 millones. Y no se preocupe, ese monto es solo el “recurso federal que se le adeuda a la universidad, siendo un derecho legítimo de sus pensionados”. Nada que una pequeña eliminación de fideicomisos federales no pueda agravar, ¿verdad?.
Lo más bello, y aquí es donde el cinismo florece, es la solución interna. El rector garantiza que la UAdeC sigue pagando a sus jubilados, cubriendo este pequeño hueco con recursos propios. ¡Felicidades! Ustedes son tan buenos administradores que están logrando lo imposible.
¿La letra chiquita? Al tapar ese hoyo, la UAdeC no puede realizar inversiones esenciales. Olvídense del mantenimiento de laboratorios, de nuevos programas educativos, de capacitar a los docentes, o, Dios no lo quiera, de ampliar la matrícula y sostener la tan cacareada gratuidad.
No es justo, lamenta Pimentel, que se les exija más matrícula y gratuidad mientras se les retiran los fondos para “obligaciones históricas”. ¡Qué quejumbroso! ¿Acaso no sabe que la verdadera educación superior se imparte en salones sin aire acondicionado y laboratorios sin equipo? Es una prueba de carácter. Y claro, el sistema DIPETRE tiene cerca de 3,000 pensionados que dependen de solo 285 empleados activos. Eso es lo que yo llamo una pirámide financiera perfectamente equilibrada. Por suerte, los $160 millones de aguinaldos para los activos sí están cubiertos. ¡Un respiro de dignidad!.
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La Justicia que Paga su Papelería
Si el mundo universitario es un drama épico de 650 millones, el Poder Judicial en Coahuila es una tragicomedia de la papelería.
Mientras en el resto del país los trabajadores judiciales protestan, en Monclova, el Juzgado Cuarto de Distrito siguió operando “con normalidad”. Pero no se confundan, no es que estén felices. Como bien señaló el secretario Cristian Gutiérrez, las demandas son idénticas a las del resto del país, solo que aquí padecemos las carencias “en silencio solidario”.
Y vaya carencias. La austeridad federal ha sido tan exitosa que ya no estamos hablando de un “déficit menor,” sino de problemas fundamentales. La joya de la corona: no hay suficientes hojas, escasean las copias, el aire acondicionado falla. Los fondos para “gastos menores” han desaparecido. Antes, esto no pasaba.
El grado de desabasto es tal que los propios trabajadores han tenido que poner dinero de su bolsillo para conseguir materiales y mantener la oficina abierta. ¡Póngale un altar a esos 35 héroes de Monclova!. Son tan dedicados a la justicia que están dispuestos a subsidiar la operación del Estado Mexicano con su propio salario.
Y hablando de salario, el problema más sensible lleva arrastrándose ¡más de siete años!. Siete años sin ajustes salariales, a pesar de las promesas de un incremento acorde al crecimiento económico y un pago retroactivo.
En resumen, el mensaje desde la capital es claro: Queremos que la UAdeC eduque gratuitamente sin fondos, y queremos que el Poder Judicial imparta justicia sin papel. Si falla la infraestructura, la solución es sencilla: que los trabajadores pongan el dinero.
Estamos en un punto de la administración donde la resiliencia institucional no se mide por la calidad de sus servicios, sino por la capacidad del personal de autofinanciarse la oficina. La Federación exige grandeza y entrega, pero a la hora de pagar, voltea a otro lado. Es como pedirle a un corredor de maratón que gane la carrera, pero solo después de haber comprado sus propios tenis y haber construido él mismo la pista. Y por supuesto, sin comer en siete años. ¡Viva la Cuarta Transformación de la Precariedad!

