Rodolfo Martínez, el hombre que lo dio todo por su familia
Falleció mientras trabajaba en mantenimiento en Pollo Loco; su esposa Clara Medina recuerda su vida con amor y reclama justicia por su muerte
Clara Medina no encuentra consuelo. La muerte de su esposo, Rodolfo Martínez, mientras realizaba labores de mantenimiento en Pollo Loco, ha dejado un vacío imposible de llenar. “Era todo para nosotros”, dice entre lágrimas, recordando a un hombre trabajador, noble y dedicado, que vivía por y para su familia.

Rodolfo era originario de Veracruz, pero en Monclova había formado su hogar con Clara y sus dos hijos, una niña de 11 años y un niño de apenas 2. Era un padre presente, amoroso y entregado. Su único “vicio”, como dice Clara, era el trabajo. No fumaba, no bebía, solo soñaba con darles una vida mejor.
A pesar de no contar con una carrera profesional, Rodolfo era un hombre increíblemente inteligente y autodidacta. Aprendía todos los días, dominaba distintos oficios y siempre encontraba soluciones. Clara recuerda cómo él la sorprendía a diario: “Me hacía sentir tonta, porque aprendía algo nuevo de él todo el tiempo”.
En sus inicios fue operador de maquinaria pesada, pero al saber que sería papá, eligió dejar ese camino para estar más cerca de su familia. Aprendió albañilería, oficio que lo llevó a convertirse en contratista. Durante siete años trabajó por su cuenta, construyendo y reparando, siempre con calidad y responsabilidad.
Durante tres años trabajó para el restaurante Pollo Loco, donde construyó bardas, estacionamiento y daba mantenimiento. Ese lugar se volvió trágicamente su última obra. El 17 de julio, mientras limpiaba un drenaje de grasa, como lo hacía cada mes y medio, fue expuesto a químicos letales que nadie le advirtió.
Clara asegura que él siempre fue cuidadoso. Usaba su equipo, un compresor con manguera a presión, y trabajaba de noche para evitar molestias. Esta vez, sin embargo, algo falló. “Omitieron información crucial”, denuncia. No sabía que el drenaje tenía bacterias y residuos tóxicos. Eso fue lo que acabó con su vida.
La noticia devastó a su familia. Su pequeño lo esperaba con alegría cada noche. Rodolfo, aunque cansado, siempre le dedicaba tiempo para jugar. “Él nunca se quejaba, se esforzaba todos los días para construir un futuro mejor”, recuerda Clara, quien ahora debe enfrentar la vida sin su compañero.
Compañeros de trabajo lo describen como generoso y respetuoso. Aunque no convivía en fiestas, siempre les llevaba refrescos o algo de comida. Clara aún no entiende por qué se fue alguien tan bueno. “Dios se lleva a los mejores”, repite, aferrada al recuerdo de un hombre que solo quería ver a su familia bien.
El día de su muerte, Clara lo vio por última vez en casa, revisando una cotización que ella luego transcribió. Después, partió al restaurante. Sus pertenencias fueron entregadas: su celular, su cartera y el dinero de un pago reciente. Con eso, también regresaron los últimos rastros de quien fue su todo.
La historia de Rodolfo Martínez es la de un hombre bueno, fuerte, humilde y generoso, cuya vida terminó por una omisión ajena. Su legado vive en su esposa, en sus hijos, y en el testimonio de quienes lo conocieron. Pero la herida que deja su partida exige algo más: justicia.