Sin empatías, sin educación y sin chamba
Comenzamos nuestro recorrido en la región, con un bicho que nos tiene a todos con el alma en un hilo: la amenaza del gusano barrenador en Nuevo León. ¡Alerta máxima! Este pequeño invertebrado ha logrado lo impensable: poner a temblar a la cúpula ganadera. No es una crisis económica, no es la inflación, ¡es un bicho! Y este bicho tiene el potencial de cerrar la siempre complaciente frontera de Estados Unidos, que, en su infinita generosidad, nos ha abierto sus puertas.
El productor Arturo Valdez, visiblemente conmovido, clama al cielo —y a la Senasica— que se demuestren con “hechos” que el foco está controlado. ¡Qué maravilla de gestión de riesgos! El futuro de la exportación ganadera, de miles de millones de pesos, depende de que una autoridad certifique que un insecto no se ha dispersado. El sector lleva más de un año con afectaciones, pero tranquilos, no están perdiendo, solo han dejado de ganar. Es un matiz, una fina distinción para el optimista que vive en nosotros. Y como bien remata Valdez, con una iluminación digna de un oráculo, “no es momento de confiarse. Se necesita acción real”. Gracias por el obvio recordatorio.
El deporte extremo de ser docente
De la plaga animal pasamos a la plaga humana, o mejor dicho, la plaga educativa. Los maestros de Coahuila, agrupados en el SNTE Sección 5, han tenido que, increíblemente, acudir al Congreso para exigir lo que debería ser un derecho fundamental: protección en el trabajo. Parece que la violencia en las aulas se ha “normalizado”, como si fuera una nueva materia optativa en el plan de estudios.
La indignación llegó a su clímax cuando un exalumno de 15 años se sintió con el derecho de agredir a un maestro de 52 en Saltillo. Pero no se confundan, no es un caso aislado. En Monclova, otro docente fue agredido, y el director Jesús Borjón señala, con la serenidad de quien ya se resignó, que ninguna autoridad ha atendido la situación. La dirigencia sindical, en un acto de valentía sin precedentes, promete seguir con foros y mesas de trabajo bajo la poderosa consigna de “Ni un ataque más”. Es reconfortante saber que, en el 2025, debemos gastar recursos y tiempo en modificar leyes para que a un trabajador de la educación no le partan la cara. Prioridades claras, sin duda.
La súplica por empatía empresarial
Mientras el mundo se cae a pedazos, la economía local de la Región Centro también agoniza. Gerardo Bortoni, líder de CANACAR, nos informa con un tono lastimero que la falta de movimiento y la parálisis económica han provocado el cierre de más de 20 empresas de transporte, dejando en la calle a 600 familias.
Pero no se equivoquen, Bortoni no exige una política de rescate o una inversión agresiva. No, eso sería demasiado moderno. Él pide sensibilidad y empatía a las grandes empresas. Es conmovedor escuchar al líder transportista suplicar que las grandes corporaciones, esas que buscan maximizar ganancias al contratar foráneos, les den una “oportunidad de participar y fortalecer la economía regional”. Mientras estas empresas sobreviven reduciendo costos al mínimo, el líder transportista ruega: “Debemos tocar puertas, explicar la crisis que vivimos y buscar empatía”. Una tragedia que, de tan desesperada, resulta casi cómica. Si un día nos enteramos que Bortoni puso un camión de transporte para que le “toquen puertas” y lo ayuden, nadie se sorprendería.
El fútbol, una actividad de alto riesgo
Finalmente, cerramos nuestro ciclo de violencia con el deporte amateur, que, al parecer, es la incubadora de la delincuencia organizada. El árbitro David García Salazar, de 25 años, tuvo la osadía de expulsar a un jugador del equipo Miravalle en un partido de fútbol en Monclova. ¿La respuesta? Recibir una golpiza que incluyó ataques del director técnico, la porra y una lluvia de piedras y botellas.
David, que solo cumplía con su trabajo, sufrió lesiones en rostro y ojo que le impiden ver con claridad y teme perder su empleo en la empresa Trinity. Hoy, la falta de control en una liga municipal amenaza la estabilidad económica de un joven. El árbitro, en su búsqueda de justicia, pide una cosa simple: que se le repare el daño.
En resumen, la región se debate entre un gusano que nos arruina, maestros que necesitan protección legal, empresas que suplican caridad y un árbitro casi ciego por un partido de barrio. Pero no se preocupen, a los equipos que participaron en la reyerta ya los corrieron de la liga. El problema es que el árbitro ahora está a punto de quedarse sin chamba en la empresa donde labora porque no puede realizar su trabajo al 100%. ¿Qué tan viable es que la liga le responda o el árbitro los denuncie? Eso, querido lector, es una pregunta que ni la “empatía” ni la “certeza” de nuestra región pueden responder.