Urgen a regidoras, diputadas, senadoras y a la presidenta los ayuden pensando en las esposas e hijas de los obreros
¿Cuántas empresas han llegado aquí desde que cerró AHMSA? ¿Dónde está esa reactivación que prometieron? Monclova se está muriendo, dice con firmeza Manuel Antonio Moreno Rodríguez, quien trabajó 43 años en la siderúrgica y lleva tres años y medio esperando su finiquito.
“Responsablemente se dice: busquen trabajo. ¿Dónde?”, cuestiona. Mientras la incertidumbre devora hogares enteros, la ciudad que una vez sostuvo la economía de Coahuila se apaga sin que nadie dé respuestas. “No solo es el comercio. Es Monclova la que se está muriendo”, advierte con la voz quebrada.
Él y muchos más fueron pilares de la región: portadores de impuestos, generadores de divisas, trabajadores que sostuvieron la industria nacional. Pero ahora, ese esfuerzo de décadas es invisible. “Ese punto nunca se ha tocado”, señala con rabia y tristeza. La dignidad obrera ha sido arrasada.
Manuel lanzó un llamado urgente, y lo dirige especialmente a las mujeres en el poder: “Se luchó mucho por la paridad de género en la política y en los trabajos. Pues ahora les pedimos que se pongan del lado de las esposas de los trabajadores, de las amas de casa.”
A las diputadas, senadoras, regidoras, y especialmente a la presidenta de México, les exigió que “carguen la bolsa y los zapatos de las mujeres de Monclova”. Que vean la angustia en los ojos de las esposas e hijas de los obreros, que hoy enfrentan un destino cruel y silencioso.
“Ahorita las hijas y los hijos se andan prostituyendo porque ya no hay opciones. No es estancamiento, es retroceso”, acusa Manuel. El impacto no solo es económico: ha sido un derrumbe familiar, moral y educativo. La desesperación se apodera de una ciudad que alguna vez fue emblema de progreso.
El llamado es directo: “Que vengan, que vengan y se pongan en los zapatos de las amas de casa. Que vean cómo se las ingenian para dar de comer, pagar luz y resistir con nada. Porque el Estado se olvidó de ellas, como se olvidó de nosotros.”
Recuerda cómo antes, en las ruedas de prensa, solo había reporteros hombres. “Hoy hay reporteras, obreras y en muchos otros oficios han mujeres. Se luchó por esa equidad. Pues ahora exigimos que ese poder que ganaron sirva también para levantar la voz por las mujeres del obrero. Por nuestras hijas, por nuestras esposas.”
Manuel insiste en que se respete el Contrato Colectivo de Trabajo, el mismo que rigió su vida entera. “Ese contrato era nuestra defensa, nuestra seguridad, nuestra vida organizada. Hoy lo pisotean y nadie dice nada. Y nosotros lo dimos todo. Todo.”
Con sus palabras, rompe el silencio de muchos. No es solo un llamado, es un grito. Un grito desde el corazón de una ciudad que resiste en el olvido. “No pedimos limosna. Pedimos justicia. Pedimos respeto. Y que nos devuelvan lo que nos quitaron: nuestra dignidad.”