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El Espíritu Santo, viento que transforma corazones: mensaje de Pentecostés en Monclova

Con la imagen del viento que irrumpe sin aviso, el Espíritu Santo fue el centro del mensaje de monseñor Néstor Martínez durante la misa de Pentecostés celebrada este domingo en el templo de Santiago Apóstol, donde cientos de fieles escucharon un llamado a dejarse transformar desde el interior.

El vicario de la Diócesis de Saltillo explicó que así como el viento sacude árboles y techos, el Espíritu también tiene fuerza, pero actúa en el alma. “Llega de repente, rompe cadenas invisibles y nos empuja a cambiar. No se ve, pero se siente”, expresó el sacerdote durante su homilía.

Monseñor Néstor invitó a la comunidad a pedir que el Espíritu se manifieste con fuerza. “Que derribe muros y cadenas que nos impiden amar. Que entre como ese viento que limpia y arrasa con el egoísmo, la envidia y la soberbia”, dijo, con voz firme frente al altar.

Habló también de los frutos que el Espíritu deja en las personas, como pasó con los discípulos tras Pentecostés. “Los frutos se notan cuando uno madura. Caen solos, en el momento justo, como los de un árbol sano. Y el primero de todos es el amor”, explicó ante los asistentes.

Citando a Santo Tomás, definió el amor como la voluntad dirigida al bien. “Y ese bien supremo es Dios. Amar a Dios es amar todo lo que Él ama. Por eso sin amor, no hay vida cristiana. Y sin Dios, no hay amor que transforme a nadie”, señaló el párroco.

También habló de la alegría, como segundo fruto del Espíritu. Dijo que no es una emoción cualquiera, sino una señal clara de que Dios está presente. “La alegría es la bandera del Espíritu Santo. Cuando Dios habita en uno, aparece ese gozo verdadero que no depende de lo externo”.

Advirtió que alguien puede tener muchos dones, pero si no hay alegría, el Espíritu todavía no actúa plenamente. “Hay que buscar su presencia. Que nos llene y que contagie a los demás. No podemos caminar con el alma apagada”, reflexionó mientras los fieles escuchaban con atención.

La misa de Pentecostés en Santiago Apóstol se vivió con mucha emoción. El templo se llenó de familias, jóvenes, adultos mayores y niños que participaron en la celebración del Espíritu Santo, símbolo de unidad, fortaleza y renovación para la vida personal, familiar y comunitaria.

El mensaje fue claro: el Espíritu Santo no es algo lejano o difícil de entender. Está cerca, se siente, actúa. Solo hay que abrirle la puerta y dejar que trabaje. “Pidamos que sus frutos crezcan en nuestras casas, escuelas, trabajos, y en toda la sociedad”, concluyó monseñor Néstor Martínez.

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